V Jornadas del Santo Sepulcro de la
provincia de León en Cacabelos (23/03/2014)
Saludo a mi querido y hermano sacerdote y párroco, D. Jesús.
Saludo a las autoridades autonómicas, provinciales y
locales, a las Juntas Directivas y Cofrades de las Cofradías y Hermandades, y
particularmente a la Asociación de Cofradías del Santo Sepulcro.
En
comunión cordial con vuestras experiencias, inquietudes y esperanzas, ofrecemos al Señor en esta
Eucaristía como una gavilla la reflexión
de las ponencias, la belleza y estética de las exposiciones y el esfuerzo de la
organización de este encuentro vivido en clima de fraternidad y de
búsqueda. Con este encuentro habéis testimoniado un reconocimiento y
homenaje a la historia multisecular de las Cofradías y Hermandades que fueron
las mejores herramientas de evangelización y de caridad en la historia de la
Iglesia.
Jesucristo
es el elemento que nos une, es el
principio y la única finalidad de una Cofradía. Comenzamos a ser cristianos
por el encuentro con
la persona que es Cristo. Hay
muchos bautizados en la Iglesia sin Cristo. El viejo Catecismo definía
al cristiano como el hombre de Cristo. Eso somos. Conocer la historia, el
mensaje, el destino y la persona de Cristo es el principio y fundamento de todo
cristiano; el primer imperativo para que la vida de un cofrade no sea hoy un
resto de tiempos pasados, sino una luminosa forma actual de ser persona
cristiana. Ser cristiano así es una inmensa gracia de Dios y una admirable
posibilidad de ser hombres íntegros. Cristo es situado en el panteón de los
héroes, genios o meras personalidades del pasado, como muerto ilustre, no como
alguien viviente. La faz de la sociedad parece atea, la cultura transmitida
está lejos de los fundamentos cristianos y no todos ven en la Iglesia una norma
de acción ni un principio de vida. El santo nombre de Dios apenas se pronuncia
en público. Las Cofradías están llamadas a crear un nuevo tejido de fe en la
Iglesia y una nueva presencia de la fe en la sociedad. No se puede ser buen
cristiano sin ser un buen ciudadano. Los cofrades tenéis vocación de calle, no
de sacristía, para impregnar de valores humanos y morales los distintos
ambientes.
Los
cofrades, desde vuestra condición de laicos, desarrolláis vuestra actividad en
el mundo, conociendo y sufriendo los males que agobian al hombre de nuestro
tiempo. Los cofrades por vocación estáis llamados a ser protagonistas activos
de la Nueva Evangelización; podéis llegar
allí donde no llegamos los
sacerdotes ya que vivís vuestra fe
inmersos en las
realidades del mundo. El testimonio cofrade ha de estar impregnado de
veracidad para que su mensaje llegue limpio y vivo hasta los hombres.
Todo
lo demás es accesorio para nuestra vida de fe, aunque ciertamente sea necesario para la vida de la
Cofradía. Es la fe en el misterio
de Cristo, en su Pasión, Muerte y Resurrección, la que
da sentido al cuidado de las imágenes, a las vestimentas, túnicas, la
organización de los cultos, la preparación de procesiones, los sonidos que la
acompañan y las anuncian; todo es importante pero sólo una cosa es necesaria,
la fe en Jesucristo.
El
evangelista San Juan ofrece en la narración evangélica de este domingo una
catequesis sobre Jesús, que recibían los
catecúmenos de las primitivas comunidades cristianas antes de su bautismo. La
Samaritana somos todos y cada uno de nosotros que, sedientos de felicidad, nos
amancebamos con los ídolos de este mundo y vamos por la vida de ídolo en ídolo
con el cántaro de la felicidad vacío. Y a todos nos espera el Señor para
decirnos como a aquella mujer sedienta: “no busques más equivocadamente, mujer.
Yo soy el agua viva”.
La
historia de la samaritana tiene incontables versiones a lo largo de los siglos.
Es la historia de Agustín, Francisco de Asís, Francisco Javier, Antonio María
Claret y otros muchos. Es significativa la confesión que Javier hacía a Ignacio
de Loyola: “Ignacio, cuando me siento arrebatado a las alturas por el éxito y
como borracho por los triunfos académicos, ¿qué es eso que queda en mí que
nunca se ríe”? He aquí un alma samaritana insatisfecha. ¿Qué samaritana fue más feliz; la que
mariposeaba de amor en amor o la de cabeza y corazón asentados por obra y
gracia de Jesús?. La dicha superficial, la que viene de fuera, hay que ir a
buscarla y se acaba pronto, es fugaz como una bengala. Al que encuentra el
sentido de la vida en Jesús, la dicha le viene de dentro y se convertirá en un
manantial que salta hasta la vida eterna.
Sin
la fe en Jesucristo, las Cofradías no serían ya una Asociación de fieles sino,
más bien, una asociación histórico-cultural. La fe genera belleza suma, pero lo
hace en gratuidad, no va a su búsqueda directa. La fe no vive con permiso de la
ética, ni de la estética, y menos de la política. Sed libres y no os dejéis
desnaturalizar reduciéndoos a lo que no sois, a lo que os proponen o imponen
para otorgaros reconocimientos. Los cofrades son piadosos, modernos y
comprometidos con la construcción de una sociedad democrática pero sin
hipotecar su fe en Jesucristo. Para el creyente todos los tiempos están a igual
distancia de Dios y cuentan con los mismos medios: la Palabra del Evangelio,
los Sacramentos en la Iglesia, la acción interior del Espíritu Santo y la vida
de oración.
Las
Cofradías y Hermandades han sido y son
Iglesia activa viva como se
constata a través de la historia. La fe nace en la Iglesia y se
cultiva en la Iglesia y se corrige y se completa en la Iglesia. La vinculación
con la Iglesia es parte esencial de la identidad de las Hermandades y
Cofradías. Sin esta
unión serían otra cosa, no serían una comunidad de fe, basada
en la fraternidad
de sus miembros y destinada vocacionalmente a
evangelizar y a ser testigo de Jesucristo.
Cuando
las procesiones se realizan en un ambiente de
religiosidad, fe, seriedad y respeto
se convierten en una verdadera catequesis popular que
cumple una perfecta función
pedagógica y evangélica,
y a su vez las convierten en una predicación silenciosa y directa que
nos recuerdan los misterios de la Pasión que revivimos durante la Semana
Santa. La Semana Santa aglutina, hoy en
día, además de sentimientos religiosos,
intereses de tipo cultural, artístico, turísticos, económicos etc. Las Cofradías tienen el deber y la obligación
de colaborar con las entidades que promocionan la Semana Santa, pero
ciertamente tienen a la vez que cuidar
de que, fruto de esa colaboración, en ningún
momento se desvirtúe y se secuestre el sentido religioso y espiritual de
sus manifestaciones públicas de fe, ya que si este hecho llegara a producirse,
las procesiones penitenciales perderían su razón de ser y se
convertirían en meros espectáculos culturales despojados de
su verdadero sentido religioso. Existen promociones turísticas de la Semana
Santa con sus procesiones que, en ocasiones, son, en el fondo, perversiones de
su sentido religioso. En los actos de la Semana Santa no debería haber
espectadores curiosos, sino solo protagonistas implicados en palabra, silencio
y oración. No debemos permitir la manipulación, la instrumentalización de la Semana Santa para conseguir y satisfacer intereses que suponen la profanación de
la Semana Santa. Colaborar con los
poderes públicos, sí, pero sin asumir compromisos y riesgos que puedan poner en
peligro la identidad y libertad de las Cofradías.
Una
Semana Santa llena de cofrades que desconocen su identidad, sin sentir en el
corazón el peso del amor de Dios revelado en la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo es una Semana Santa vacía, vacía de contenido y
por supuesto que no tiene presente ni futuro. Las Cofradías tienen el deber,
como Iglesia activa que son, de ponderar el equilibrio entre lo que se invierte
en pasos, ornamentación, música, enseres etc., con lo que necesitan
desesperadamente esas otras imágenes de
Cristo viviente, esos hermanos nuestros
que son los pobres, marginados sociales, en distintas formas de colaboración.
Este importante aspecto de caridad está recogido en las Reglas y Estatutos de
todas las Cofradías al menos en sus Estatutos fundacionales.
Esta
es la verdadera fuerza que tiene que mantener viva la historia de nuestras
Cofradías y la historia de cada cofrade. Si la Iglesia de la Edad Media fue la de los
monjes y la del siglo XIX la de las
nuevas Congregaciones de religiosos y religiosas, la Iglesia del siglo XXI será
la de los seglares.
La
Samaritana responde a la liberación de Jesús como responden todos los
convertidos y liberados: anunciándolo como salvador a los que encuentra a su
paso. Deja el cántaro y se va a toda prisa a contar su dicha a los convecinos a
pedirles que vayan al encuentro de su nuevo amor, un amor que ha saciado su ser,
y su entusiasmo contagió a los vecinos. Juan Pablo II escribió “quien ha
encontrado a Cristo no puede tenerlo para sí, debe anunciarlo” (NMI. 40)
Que
la protección de la Virgen de las Angustias nos ayude a vivir nuestra identidad
cristiana y nuestros compromisos cofrades para colaborar en la misión de la
Iglesia que es la Evangelización.
Marcos Lobato Martínez
Vicario General de la Diócesis de Astorga