martes, 16 de septiembre de 2014

Homilía de D. Marcos Lobato Martínez, Vicario General de la Diocesis de Astorga, en la clausura de las V Jornadas sobre el Santo Sepulcro, celebradas en la localidad de Cacabelos



V Jornadas del Santo Sepulcro de la provincia de León en Cacabelos (23/03/2014)


Saludo a  mi querido y hermano sacerdote  y párroco, D. Jesús.
Saludo a  las autoridades autonómicas, provinciales y locales, a las Juntas Directivas y Cofrades de las Cofradías y Hermandades, y particularmente a la Asociación de Cofradías del Santo Sepulcro.
En comunión cordial con vuestras experiencias, inquietudes  y esperanzas, ofrecemos al Señor en esta Eucaristía como una gavilla  la reflexión de las ponencias, la belleza y estética de las exposiciones y el esfuerzo de la organización de este encuentro vivido en clima de fraternidad y de búsqueda.  Con este encuentro  habéis testimoniado un reconocimiento y homenaje a la historia multisecular de las Cofradías y Hermandades que fueron las mejores herramientas de evangelización y de caridad en la historia de la Iglesia.
Jesucristo es el elemento  que nos une, es el principio y la única finalidad de una Cofradía. Comenzamos a ser  cristianos  por  el  encuentro  con  la  persona que es Cristo.  Hay  muchos bautizados en la Iglesia sin Cristo. El viejo Catecismo definía al cristiano como el hombre de Cristo. Eso somos. Conocer la historia, el mensaje, el destino y la persona de Cristo es el principio y fundamento de todo cristiano; el primer imperativo para que la vida de un cofrade no sea hoy un resto de tiempos pasados, sino una luminosa forma actual de ser persona cristiana. Ser cristiano así es una inmensa gracia de Dios y una admirable posibilidad de ser hombres íntegros. Cristo es situado en el panteón de los héroes, genios o meras personalidades del pasado, como muerto ilustre, no como alguien viviente. La faz de la sociedad parece atea, la cultura transmitida está lejos de los fundamentos cristianos y no todos ven en la Iglesia una norma de acción ni un principio de vida. El santo nombre de Dios apenas se pronuncia en público. Las Cofradías están llamadas a crear un nuevo tejido de fe en la Iglesia y una nueva presencia de la fe en la sociedad. No se puede ser buen cristiano sin ser un buen ciudadano. Los cofrades tenéis vocación de calle, no de sacristía, para impregnar de valores humanos y morales los distintos ambientes.
Los cofrades, desde vuestra condición de laicos, desarrolláis vuestra actividad en el mundo, conociendo y sufriendo los males que agobian al hombre de nuestro tiempo. Los cofrades por vocación estáis llamados a ser protagonistas activos de la Nueva Evangelización;  podéis  llegar  allí  donde no llegamos los sacerdotes ya que vivís vuestra fe  inmersos  en  las  realidades del mundo. El testimonio cofrade ha de estar impregnado de veracidad para que su mensaje llegue limpio y vivo hasta los hombres.
Todo lo demás es accesorio para nuestra vida de fe, aunque ciertamente  sea necesario para la vida de la Cofradía.  Es la fe en el misterio de  Cristo,  en su Pasión, Muerte y Resurrección, la que da sentido al cuidado de las imágenes, a las vestimentas, túnicas, la organización de los cultos, la preparación de procesiones, los sonidos que la acompañan y las anuncian; todo es importante pero sólo una cosa es necesaria, la fe en Jesucristo.
El evangelista San Juan ofrece en la narración evangélica de este domingo una catequesis sobre Jesús, que recibían  los catecúmenos de las primitivas comunidades cristianas antes de su bautismo. La Samaritana somos todos y cada uno de nosotros que, sedientos de felicidad, nos amancebamos con los ídolos de este mundo y vamos por la vida de ídolo en ídolo con el cántaro de la felicidad vacío. Y a todos nos espera el Señor para decirnos como a aquella mujer sedienta: “no busques más equivocadamente, mujer. Yo soy el agua viva”.
La historia de la samaritana tiene incontables versiones a lo largo de los siglos. Es la historia de Agustín, Francisco de Asís, Francisco Javier, Antonio María Claret y otros muchos. Es significativa la confesión que Javier hacía a Ignacio de Loyola: “Ignacio, cuando me siento arrebatado a las alturas por el éxito y como borracho por los triunfos académicos, ¿qué es eso que queda en mí que nunca se ríe”? He aquí un alma samaritana insatisfecha.  ¿Qué samaritana fue más feliz; la que mariposeaba de amor en amor o la de cabeza y corazón asentados por obra y gracia de Jesús?. La dicha superficial, la que viene de fuera, hay que ir a buscarla y se acaba pronto, es fugaz como una bengala. Al que encuentra el sentido de la vida en Jesús, la dicha le viene de dentro y se convertirá en un manantial que salta hasta la vida eterna.
Sin la fe en Jesucristo, las Cofradías no serían ya una Asociación de fieles sino, más bien, una asociación histórico-cultural. La fe genera belleza suma, pero lo hace en gratuidad, no va a su búsqueda directa. La fe no vive con permiso de la ética, ni de la estética, y menos de la política. Sed libres y no os dejéis desnaturalizar reduciéndoos a lo que no sois, a lo que os proponen o imponen para otorgaros reconocimientos. Los cofrades son piadosos, modernos y comprometidos con la construcción de una sociedad democrática pero sin hipotecar su fe en Jesucristo. Para el creyente todos los tiempos están a igual distancia de Dios y cuentan con los mismos medios: la Palabra del Evangelio, los Sacramentos en la Iglesia, la acción interior del Espíritu Santo y la vida de oración.
Las Cofradías y Hermandades han sido y son  Iglesia activa viva como  se constata  a  través  de la historia. La fe nace en la Iglesia y se cultiva en la Iglesia y se corrige y se completa en la Iglesia. La vinculación con la Iglesia es parte esencial de la identidad de las Hermandades  y  Cofradías.  Sin  esta  unión serían otra cosa, no serían una comunidad de fe,  basada  en  la  fraternidad  de  sus  miembros y destinada vocacionalmente a evangelizar y a ser testigo de Jesucristo.
Cuando las procesiones se realizan en un ambiente de  religiosidad, fe, seriedad y respeto  se  convierten  en una verdadera catequesis popular que cumple una perfecta función  pedagógica  y  evangélica,  y  a su vez las convierten  en una predicación silenciosa y directa que nos recuerdan los misterios de la Pasión que revivimos durante la Semana Santa.  La Semana Santa aglutina, hoy en día, además de sentimientos religiosos, intereses de tipo cultural, artístico, turísticos, económicos etc.  Las Cofradías tienen el deber y la obligación de colaborar con las entidades que promocionan la Semana Santa, pero ciertamente  tienen a la vez que cuidar de que, fruto de esa colaboración, en ningún  momento se desvirtúe y se secuestre el sentido religioso y espiritual de sus manifestaciones públicas de fe, ya que si este hecho llegara a producirse, las procesiones  penitenciales  perderían su razón de ser  y se  convertirían  en  meros espectáculos culturales despojados de su verdadero sentido religioso. Existen promociones turísticas de la Semana Santa con sus procesiones que, en ocasiones, son, en el fondo, perversiones de su sentido religioso. En los actos de la Semana Santa no debería haber espectadores curiosos, sino solo protagonistas implicados en palabra, silencio y oración. No debemos permitir la manipulación, la instrumentalización de  la Semana Santa para conseguir  y satisfacer  intereses que suponen la profanación de la Semana Santa.  Colaborar con los poderes públicos, sí, pero sin asumir compromisos y riesgos que puedan poner en peligro la identidad y libertad de las Cofradías.
Una Semana Santa llena de cofrades que desconocen su identidad, sin sentir en el corazón  el  peso del amor de Dios revelado en la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo es una Semana Santa vacía, vacía de contenido y por supuesto que no tiene presente ni futuro. Las Cofradías tienen el deber, como Iglesia activa que son, de ponderar el equilibrio entre lo que se invierte en pasos, ornamentación, música, enseres etc., con lo que necesitan desesperadamente esas otras imágenes  de Cristo  viviente, esos hermanos nuestros que son los pobres, marginados sociales, en distintas formas de colaboración. Este importante aspecto de caridad está recogido en las Reglas y Estatutos de todas las Cofradías al menos en sus Estatutos fundacionales.
Esta es la verdadera fuerza que tiene que mantener viva la historia de nuestras Cofradías y la historia de cada cofrade.  Si la Iglesia de la Edad Media fue la de los monjes y la del siglo XIX  la de las nuevas Congregaciones de religiosos y religiosas, la Iglesia del siglo XXI será la de los seglares.
La Samaritana responde a la liberación de Jesús como responden todos los convertidos y liberados: anunciándolo como salvador a los que encuentra a su paso. Deja el cántaro y se va a toda prisa a contar su dicha a los convecinos a pedirles que vayan al encuentro de su nuevo amor, un amor que ha saciado su ser, y su entusiasmo contagió a los vecinos. Juan Pablo II escribió “quien ha encontrado a Cristo no puede tenerlo para sí, debe anunciarlo” (NMI. 40)
Que la protección de la Virgen de las Angustias nos ayude a vivir nuestra identidad cristiana y nuestros compromisos cofrades para colaborar en la misión de la Iglesia que es la Evangelización. 

Marcos Lobato Martínez
Vicario General de la Diócesis de Astorga

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