miércoles, 8 de mayo de 2019

Blanco, Rojo y Negro


Me han pedido que explique porqué elegí estos tres colores, para formar el nombre de nuestra mascota: Blanrone.

Elegí el blanco, por su relación con la luz, la pureza, la inocencia, la fe, la dignidad…en una palabra simboliza a Dios y la purificación del espíritu. A lo largo del tiempo y en otras culturas,  lo encontramos ligado al luto y la muerte en diferentes partes del mundo, sirva como ejemplo mortaja en la que se envolvía a los muertos, para darles sepultura y relacionado con los colores es la suma de todos, lo absoluto.

Blanco. Representa a Dios. El blanco es la esencia misma de la Semana Santa. Color de felicidad, de luz y de vida. También simboliza la sencillez, la inocencia, la pureza, la fé y la dignidad. Pero el blanco, junto al dorado, no sólo es protagonista en Semana Santa. Se utiliza en la Iglesia romana, en Navidad, Pascuas, Ascensión, en la fiesta del Sagrado corazón, de la Virgen María, así como para las fiestas de pontífices y de todos los santos y santas que han expresado su fe.

El negro, lo elegí por ser el contrario del blanco, está más unido a la oscuridad, la tristeza, la muerte…simboliza la victoria del mal. Representa el valor simbólico de lo absoluto, en su connotación de tinieblas, lo negativo o lo frío. En civilizaciones antiguas marcan el comienzo de la jornada en la noche, con relación a los colores es la negación.

Negro. Es la representación de la tristeza. El negro hace su aparición en la liturgia a finales del siglo XII. Este color se asocia al duelo y expresa tristeza, consternación, dolor. Por otro lado, simboliza la acción de Satanás y sus victorias. Anteriormente se empleaba el Viernes Santo y en los oficios por los difuntos pero desde la reforma litúrgica del concilio Vaticano II, el negro se reemplaza por el rojo en el Viernes Santo y por el violeta en los oficios para los difuntos.

El rojo, es el otro color relacionado con la existencia terrenal, sin sangre no hay vida. Es un color relacionado con la ira, el fuego… representando desorden, peligro, fuerza o pasión. En otras partes del mundo representa el inframundo, prosperidad, fertilidad, luto…Pero también es el amor a Cristo, y estar dispuestos a morir por El, como los mártires.

Rojo. Es el color del Espíritu Santo. Este color brillante se relaciona con la Pasión de Cristo, los Mártires y el Santo Espíritu. El rojo simboliza la sangre de Cristo y por lo tanto, la pasión, el peligro, la caridad, el amor y la valentía. El color rojo se utiliza para la elección de los pontífices. Para los días de festejos católicos, principalmente en el Domingo de Ramos, el día de la Pentecostés, para celebrar el fuego del Espíritu Santo que predica la generosidad, la fuerza y la valentía.

En un repaso rápido a la historia, han representado el poder político y religioso, en las culturas que nos han precedido y conocemos su civilización, son colores que visten las castas dominantes, en algunas de éstas el color sólo lo puede usar el emperador o el sumo sacerdote. A nivel general utilizan ciertos grupos un tipo de color para diferenciarse del resto, los sacerdotes, senadores, reyes o emperadores, etc. en Egipto, Grecia, Roma. Como generalización el negro es utilizado por rabinos, sacerdotes e imanes, digamos por sus hombres sabios los que conocen la tradición.

Algunos de los que me conocen saben que estos colores me encantan, están representados en un animal muy beneficioso, la golondrina, en la antigüedad el animal representativo de los sabios, los conocedores de las tradiciones y los guardianes del conocimiento.

El pelícano dentro de la simbología cristiana


Recordaremos  lo más característico del pelícano, ave palmípeda, que vive actualmente en la zona del mar Negro en Egipto y de Grecia hasta la India. Realiza su nido en tierra, pero para alimentar a sus crías se traslada hasta el mar. Lo  más característico de este animal es la bolsa que tiene bajo el pico, donde coloca el pez que ha pescado, hasta que regresa al nido y frotando enérgicamente el pico contra el pecho, hasta que surge la sangre, para sacar sus pescados, y dar de comer a su progenie.

Dentro de la simbología de nuestra religión, puede llamarnos la atención que un animal repudiado en la antigua ley hebraica, (Levítico 11, 13.): “He aquí entre las aves las que tendréis por abominación, y no las comeréis por ser cosa abominable: el águila, el quebrantahuesos…el cisne, el pelícano, el calamón…” Al igual que el pelícano, Jesús sería considerado blasfemo e inmundo,  sea desde tiempos muy antiguos, junto con el cordero y el pez, parte de nuestra iconografía.

Volviendo a lo que nos ocupa, los primeros  cristianos, tal vez influidos por las civilizaciones en las que están inmersos, al querer  representar ese gran momento de la resurrección de Nuestro Señor, se fijan en el mito del ave fénix, pero al ser un mito pagano, no se puede adoptar como tal, hay que encontrar otro animal que pueda explicar, en sí mismo, y se fijan en el pelícano.

Nos puede sorprender, la adopción del pelícano como elemento simbólico e interpretativo del momento más importante para los cristianos, como es la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, venciendo a la muerte, acto que rememoramos en la Santa Misa, en esta creencia el pelícano, se abre el pecho para alimentar con su sangre a sus crías, y hacerlas revivir, lo que representa mejor la idea cristiana, en detrimento del fénix.  

Entre los primeros santos que escriben sobre este símbolo son: San Eusebio (+340): “el pelícano se levanta sobre el nido y se lastima el pecho hasta sangrar, haciendo caer la sangre sobre los pajaritos muertos que de esta manera vuelven a la vida”,  y San Agustín (+430) que también escribe en la misma línea. Además San Epifanio, San Basilio y San Pedro de Alejandría citan textualmente el Physiologus, un texto escrito por autor anónimo en el siglo II d.C.; Durante un tiempo esta concepción es abandonada, hasta que en el siglo XIII reaparece con gran fuerza, pero esta vez como símbolo del Cristo Redentor. Dante, en su Paradiso, se refiere a Cristo como “nuestro Pelícano”, y Shakespeare, en Hamlet: “¡Oh! A mis buenos amigos yo los recibiré con abiertos brazos, y semejante al pelícano amoroso, los alimentaré si necesario fuese con mi sangre misma”, en boca de Laertes.

En la celebración de la Santa Misa, se produce  la transustanciación, el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Nuestro Señor Jesús, esa eucaristía que nos alimenta tanto el cuerpo como el alma, lo cual tendría un paralelismo con la antigua creencia sobre el pelícano, que arrancaba partes de su carne para dársela a sus crías y que estas volvieran a la vida. Como la Eucaristía alimenta a los cristianos.